martes, 2 de febrero de 2010

El día que David se convirtió en Goliat


Era una tarde como cualquiera en el juzgado de Toronto, con una corbata roja color sangre y un traje a rayas negro salí a combatir a través de mis palabra a la sociedad que me enfrenta en este mundo, a diferencia de otros héroes, yo salgo sin capa y sin máscara porque soy abogado.
Esta tarde me tocaba un caso que iba más allá de mis reglas, debía defender a un jefe de la mafia que había caído ante la ley y yo era su defensor.
En mi corazón sentía que debía perder esta vez, pero mi reputación siempre esta en juego.
Esa tarde del 24 de junio, todo era gris y marrón, no paraba de fumar de la tensión y mi saco se arrugaba cada vez más en la silla de cedro.
El caso terminó muy bien ya que declararon inocente a mi cliente.
Con una sonrisa de oreja a oreja me invitó a su apartamento, sus ojos brillaban impresionantemente y me marcaban mucha paz, pero no se puede confiar en nadie, así es este trabajo.
Se llamaba James Burton y se dedicaba al tráfico de drogas, de 45 años, regordote y canoso, sus ojos eran grises, pero tendían a ponerse celestes, tenia un lindo departamento que ocupaba todo un piso, donde organizaba fiestas, era soltero y tenía todo lo que un hombre pudiera desear; su Audi y su Mercedes Benz en la puerta siempre listo para salir.
Cuando llegamos a su departamento, lo esperaban cuatro chicas hermosas, que me parecían haberlas visto en las portadas de revistas play boy que solían estar en los escaparates del subte.
Esa noche hubo mucho alcohol, sexo y creo que drogas, ya que al levantarme sentía mucho mareo, y casi no recordaba nada, solo me levanté y estaba con esas dos hermosas mujeres durmiendo al lado mío, que fiesta debo haber tenido.
Cuando llegue a mi casa recibí un mensaje de James ofreciéndome trabajar con él en su oficio, analice mi situación, y me pregunte: “¿qué podía perder?, dinero, sexo, autos”.
Al día siguiente, fui a visitar a Burton para decirle que aceptaba la propuesta, cancelé todas mis reuniones y comencé con el nuevo oficio.
Esta vez, el apartamento estaba más descuidado, los cuadros habían desaparecido, todo estaba camuflado.
Su rostro estaba muy deteriorado, ya que estaba despeinado y tenía barba de tres días.
El primer día de trabajo fue muy sencillo, ya que tenía que ir a una casa disfrazado de delivery y dejar las drogas que estaban en una caja de pizza.
El pago fue mucho mejor que un día de trabajo en mi oficina.
Esa noche me quedé a comer en la casa de mi cliente-socio, realizaban una fiesta por mi desempeño, y vinieron un par de actrices porno, y tomamos champagne y todo volvió a hacer grandioso como la otra noche.
Pero cuando me fui a dormir tuve una imagen que jamás olvidaré.
Soñé que salía de la bañadera y detrás de la puerta salió la estatua de una niña con los ojos vendados, muy delgada y tenia una joroba, en sus manos llevaba el libro del derecho romano y en la otra mano una balanza que se encontraba desequilibrada; su vestimenta era una vieja túnica romana, en ese instante empecé a temblar, porque recordé todos los juramentos que había realizado ante la ley de mi país.
Cuando mire mis pies se estaban empezando a endurecer y la estatua empezaba a volverse de carne y hueso, mi cuerpo se entumecía, mis manos estaban congelados, no paraban de temblar, y así, termine petrificado.
En ese instante la estatua me habló:

“La razón de que la balanza no estaba equilibrada era por tus actos, ahora pagarás quedándote inmóvil y todo recuperará su equilibrio real” y así se desvaneció.
Cuando desperté trate de irme lo más cauteloso posible pero James Burton se despertó.

“¿Porqué tanta prisa si no tenés ninguna mercadería que entregar?” me preguntó.

“Nada, viejo amigo, es que decidí orearme, mira que lindo esta el día—continué—hoy pasare mi día al aire libre”

Cuando llegué a mi casa, estaba tan aterrado por lo que había soñado que mis manos se encontraban frías y congeladas, como si hubiera estado bajo hielo.
Busqué el libro del derecho romano, pero no aparecía en ningún lado.
Si bien lo dejaba en mi mesita de luz, no había rastro.
Con mi desesperación decidí viajar hasta la biblioteca, tenía que aclarar mis dudas, necesitaba leer algo que me tranquilizara, y ese manual era mi libro de cabecera.
En la biblioteca tenían un ejemplar parecido al mío, con la misma portada, la misma tipología, y cuando lo abrí cayó una foto borrosa de la niña que había aparecido en mi sueño.
Detrás de la foto había un mensaje que decía: “Todos debemos cuidar el equilibrio de la vida, si no lo hacemos, la balanza se desestabilizará”, pero la foto no era lo que me aterro, sino, que tenía mi firma detrás de ella.
Sin embargo yo no la había firmado, ni recordaba haber sacado la foto, nunca supe quién pudo haber sido.
Mi otro yo me cuestionaba porque lo había hecho, porque desobedecí a mi corazón, mi vida estaba traumada.
Quizás, era mi conciencia la que me decía que ya era tiempo de volver a la profesión.

Dos semanas después…

Ya no trabajo con Burton y nose nada de el, cuando me llamó para hacer el siguiente reparto le dije que no podía seguir con esto, y por haberlo ayudado antes me perdonó la vida.
Cuando fui a su departamento para contarle mi situación, todo se había desvanecido, era muy confuso, según sus vecinos, nunca vivió allí, ni registraban a ninguna persona de esas características.

De regreso al campo de batalla…

En los juicios no me ha ido muy bien, gano dinero, pero no me satisface,
Todo esta cambiando, nada es estable, ayer fumaba drogas y había sexo por doquier, hoy la gallina de oro se desplomó, el agua se enfrió, el jugo perdió sus vitaminas y el hielo se derritió.
Aunque mi alma parece esta mas calma, nunca me perdonaré lo que hice.
Las horas me agobiaban, el tiempo se me iba de las manos, ya era tiempo de entregarme.
La niña nunca más volvió a aparecer, pero no olvidaré esa noche jamás, la noche en que dejé de ser un héroe para convertirme en villano, el momento más oscuro de mi vida, el día que David se convirtió en Goliat.


Pablo Panedigrano

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