martes, 2 de febrero de 2010

Ramiro y Garosilla


En ese momento, Ramiro se sentó en su escritorio, tratando de pensar con detenimiento, como si esto podría solucionar su problema.
Nada puede escaparse ya, aquella cargada que lo hirió, aquel trabajo que no consiguió, aquel hijo que no pudo tener. El alcohol tampoco era un buen consejero, tan solo lo hacia viajar por unos momentos, pero luego volvía a esa habitación celeste, toda descascarada, con dibujos suyos de su niñez, que había sido increíble y un futuro que parecía catastrófico.
¿Qué tan malo era estar siempre sobreprotegido por la familia?, efectivamente, esto lo influenciaba en la mayor parte de las cosas.
A veces, los personajes de su niñez volvían a su cabeza, uno de esos superhéroes le estiraba los pelos, los autitos que aparecían en la espuma de su cerveza se le metían en los zapatos y se convertían en piedras que lo atascaban y le impedían caminar.
En ese momento dijo: “Si me suicido nadie lo notaria, mis papás ya están muertos, mi novia se olvidó que existo y en este trabajo no me pagan bien. “Todo es una mierda”.
Cuando llegó a su casa, el pobre hombre se tropezó con uno de los escalones de la humilde vivienda, y debido a su embriaguez se desmayó.
Al despertarse, se encontró en la Ciudad de Lima. Allí había un joven artista que no tenía brazos y pintaba con una brocha que agarraba con la boca.
Ramiro observó el cuadro con poca determinación y continuó su viaje.
En el camino se vió a una niña inválida, pero que intentaba acercarse a el gateando. El hombre se sorprendió al ver la gran fuerza de voluntad que mostraba aquella muchachita de ojos celestes cielo, que trató de ayudarla.
Al acercarse a el, con una sonrisa la muchacha dijo:
“Que no tengas alas no significa que no puedas volar”.
El joven salió corriendo despavorido, preguntándose cómo había llegado hasta allí. Finalmente, se detuvo para reponer el aire, que habitualmente desperdiciaba fumando. Cuando levanto la cabeza, se topó con una estatua de un dios llamado Garosilla, este tenía aspecto de hombre, pero con alas de murciélago y cuernos de cabra, debajo de sus piernas tenía inscripción que decía: “Aquí yace Garosilla, el dios de las cosas imposibles”. En ese momento la estatua cobró vida y le hablo a Ramiro.
_Humano, tu has visto como sufre mi pueblo, que padece de enfermedades, los inválidos, los ciegos; todos ellos no tienen las cualidades que tu tienes, pero eso los fortalece a diferencia de ti, que te rindes y gastas tu vida tomando alcohol. Ellos han aprendido a valorarse, a amarse, a luchar por algo y a utilizar sus debilidades como la fuerza que los impulsa a salir adelante, una espada que ha perdido el filo, pero que aun lucha por la verdad._ dijo Garosilla.
Ramiro contestó con voz temblorosa_ Es que yo siempre fracaso, se ríen de mi, nadie me valora_
_ Es por eso que te traje aquí, para que veas que a veces la vida nos da más desventajas que virtudes, pero que estas se pueden volver tus aliadas si aprendes a amar_ Respondió con mucha seguridad.
_Si, yo amo a mi novia_ agregó ingenuamente.
_ ¿Y a ti mismo?_
_Creo que sí, pero nunca logro nada de lo que prometo, tal vez yo sea defectuoso_
_Si no sabes amarte a vos mismo, nunca vas a poder amar a nada ni a nadie, y mucho menos, lograr tus metas. Si amas la pintura, porque cohibirte, si deseas que la gente te vea, debes acercarte y si queres lograr que te acepten, debes mostrarte tal cual eres_ y agregó_. Cuando te levantes del escalón, quiero que beses a tu novia, y que me demuestres con un poco de esfuerzo y amor a ti mismo, que vas a cumplir tus metas_
_ Pero eso no va a cambiar nada, porque nunca termino lo que empiezo_ dijo más desanimado.
_ Ya no, porque yo estaré contigo, desde hoy y para siempre. Yo que soy el dios de lo imposible, hago lo imposible por ayudarte, ¿porqué no intentas vos también?_ respondió furioso.
_Pero vos sos un dios, y el de lo imposible_
_ A diferencia de vos, es que yo ya estoy muerto, y muero por vivir_ se serenó y agregó_. ¡Adelante!, yo te acompaño_
Cuando Ramiro se despertó, un calor intenso se encontraba en su corazón, era tiempo de cambiar.

Pablo Panedigrano

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