martes, 2 de febrero de 2010

Yo sigo esperandoté


Porque nada es más lindo que el amor de una niña a su madre

Me senté a esperar que llamaras; sin embargo, te fuiste sin dejar rastros y me sentía completamente sola.
Me enseñaste todo lo que sé como mujer y lo único que deseo es que no me hayas olvidado.
Todos los días te busco y camino por los fríos pasillos de la casa, que son lúgubres y tristes desde ese día gris.
Pero aún existe en mi corazón un destello de luz muy intensa, que se inventa nuevas esperanzas para encontrarte dentro de mí.
Te busqué en la sucia y escandalosa ciudad; en ese entonces era el comienzo del mundial; mientras un aire muy frío de desolación corre por mis venas.
Traté de vivir sin ver tu foto, pero no logré acostumbré porque hasta las flores de jazmín de otoño que vivían en nuestro pequeño patio olían a tí.
Tu voz era angelical como la de un ángel, tenías una luz propia que iluminaba la ciudad de mis sueños. Pero ese veinte de abril me abandonaste; con tu suave cabello que ya no peinaría; con sus fuertes brazos que ya no me alzarían más y sus besos que no me volverían a decir buenas noches.
La tortuga se había llevado mi modelo a seguir, mi sueño se había desmoronado y nadie podía decirme que estaba pasando, ya que los grandes pensaban que era muy niña para entender…y su frase aterrorizante que hacía temblar como si todo el hielo del polo norte se cayera sobre mi : “Algún día lo entenderás”.
En 1977, pasé mucho frío y a veces no comía; sólo tu piano melancólico me acompañaba y me prestaba un hombro con sus melodías que provenían de mi corazón quebrado de verdades que me resistí a escuchar, encerrándome en un mundo de calabazas del cual no quería salir.
Todas las tardes me preparaba la chocolatada calentita mientras memorizaba el Do sostenido menor de Chopin, esperaba que las luces marcaran tu llegada. No obstante, esa tarde sentí escalofríos al oír a papá llamarme con un rostro fatigado: “Anahí, hija mía, mamá llegará tarde y me pidió que te llevara a la clase de piano”, sus ojos estaban de un color rojos cristalino y parecía que había llorado. Desde ese momento supe que no te volvería a ver.
Ya es veinte de abril del año 1986,pasaron nueve años de tu partida…y a medida que fui creciendo me encontré con un imagen de mujer ideal, hermosa y exitosa que lucha por si misma con sus propios meritos, ánimos y tristezas.
Hoy, soy la pianista del gueto de Varsovia y me siento una mujer completa, por eso te agradezco todo lo que me brindaste, porque para mi fuiste, eres y serás siempre mi mamá.
Esta noche toco en Rosario y en mi lista de temas agregué “a Elisa”,que a pesar de no estar acompañado con tu voz, tu nombre sigue muy latente en mi piel como un sol que me da el calor en este invierno ácido que cubre mi ser.
Sinceramente valió la pena que me hayas acompañado, hoy en día, tu amor da frutos en mí y los jazmines siguen perfumando el patio como vos los dejaste, todo esta en su lugar, sólo me faltas tú, el motor que logra el funcionamiento del engranaje de esta casa.
Aún no pude encontrarte, pero siento que todavía piensas en mi, solo espero que estés donde estés puedas escucharme.

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