miércoles, 24 de marzo de 2010

A 34 años de la dictadura



El 24 de Marzo de 1976, “Isabelita” Martínez de Peron y López Rega se vieron incapaces para gobernar el país, que hasta ese momento, atravesaba un caos político y social. Por lo tanto los militares decidieron tomar el poder por la fuerza, y asi implementar el “proceso de reorganización nacional”

Las tortugas gigantes comenzaron a avanzar por toda la ciudad, las armas negras azabache se desenfundaban y congelaban de miedo a los habitantes.
Al ver a las águilas de acero, Las palomas volaban de espanto hacia el sur. Pero no solo las palomas presentían el peligro que se avecinaba, los niños se escondían debajo de la cama de sus padres. Nunca antes se había pintado en la Argentina una imagen tan temible como esta.
Tras su paso a lo largo de la historia, treinta mil osos fueros capturados en el circo de las pesadillas, estos jamás fueron encontrados, debido a que los tiranos domadores se negaban a dar explicaciones.
Aquellas personas que eran consideradas “subversivas”, se las secuestraban y se las enviaban a los centros de detención; donde se los torturaba y se los asesinaba.
Muchos de los músicos de nuestro país y la mayor parte de los intérpretes internacionales fueron censurados en esta época, ya que según ellos, eran rebeldes. Algunos autores como Morís o León Gieco se dedicaron a componer canciones que hablasen sobre la dictadura, pero escondiendo su significado tras metáforas.
Tal vez, cuando Moris componía “el oso”, lo pensó así: “Confórmate, me decía un tigre viejo, que así nadie te va a molestar, mientras cumplas siempre con sus reglas, a vos nunca te van a tocar, ¿pero que reglas debían haber roto los otros osos que tuvieron finales desastrosos? ¿Pensar distinto? ¿No poder olvidar la democracia?”.
Entre tantas tristezas, en 2009, se catalogó que el mundial del ’78 supuestamente habría sido utilizado para encubrir lo que de verdad ocurría en la Argentina.
Lo cierto es que millones de gritos se oían en el estadio, pero muchos historiadores como Felipe Pigna se preguntan si todos los alaridos fueron por la anotación de la escuadra celeste y blanca, o simplemente eran los aullidos de las bestias siendo maltratadas por los grupos de tareas en las casas del horror.
A veces parece que las heridas aún no han sanado, porque siempre existe un león que tiene ganas de llorar para recordar que no es olvidado.
Pues mientras que ese pobre felino lloraba, el domador se reía de aquel zoológico de gente. Con sus castigos atroces y su mentalidad retorcida, la selva de cemento se cubría de sangre.
Es una lastima como unos tontos descargaban su poder sobre las fieras, sin saber que los hombres justos luchan sin el látigo en mano.
Aún hoy, no olvidemos todas las atrocidades que pasamos, que la sangre derramada no haya sido en vano y que “nunca más” se vuelvan a repetir.

Pablo Panedigrano

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